Su nombre ardió como un pajar
Como la sombra de la sombra
hacia la selva se adentró,
días enteros caminó
con el fusil y la razón.
Entre las lianas reposó,
sobre las víboras cruzó,
de clara pólvora vistió
y a los pastores desplegó
buscando fuerzas para hallar
la libertad agonizante
y así fue que un día cayó
en la sierra el claro Comandante.
Su nombre ardió como un pajar
y la ceniza se esparció,
un viento fiero la tomó,
por los caminos la llevó.
Y en cada sitio de la tierra
donde por él veló un pastor,
donde un obrero le leyó,
donde un poeta le escuchó
y un combatiente le siguió*
creció el silencio ante su nombre
y así es que vuelve a revivir
el Che en la lucha de los hombres.
El Che es tal vez un muerto más,**
pero su rayo relumbró
cuando la ráfaga cortó
su sangre en dos lagos iguales.
El mes de octubre se trizó
como un volcán o un vidrio azul,
la inquieta América escondió
su fría furia de metal,
y de la sierra al litoral
abrió el dolor su flor amarga
y era un asombro su final
y es la batalla que se alarga.
¡Pastor de la selva: adiós!
Adiós, Comandante, adiós.
Hasta la victoria, adiós.
1967