Purificás de Monroy
Confesaremos tu nombre
muy humildes a tus plantas.
Dadnos licencia, Señor,
para entrar en vuestra casa,
confesaremos tu nombre
muy humildes a tus plantas.
En la ley de Moisés,
ninguna mujer entraba
al santo templo de Dios
sin estar purificada.
Y para entrar en el templo,
la ofrenda que acostumbraban
era un cordero o paloma
con cinco siclos1 de plata.
Alégrense los mortales,
muera de rabia el infierno,
que ya ha ofrecido la Virgen
a Dios, Hombre verdadero.
Bendita seáis, Señora,
alabada seáis, Reina,
reverenciada de todos
los nacidos en la tierra.